miércoles, 3 de diciembre de 2008

¿Cínicos?


El término "cínico" ha seguido una curiosa evolución semántica a lo largo de los siglos, más digna de estudio para los sociólogos del conocimiento que para los lexicógrafos. Primigeniamente, el término se aplicaba al filósofo de cierta escuela nacida de la división de los discípulos de Sócrates, y en la que se suele señalar a Antístenes como fundador y a Diógenes como principal representante. Diógenes de Sinope, más conocido como Diógenes el cínico -al que no hay que confundir con otros muchos Diógenes- parece -poco de certero sabemos en torno a él- haber llevado una vida digna de novelización o adaptación cinematográfica. Este ilustre cínico llevó una vida en absoluto convencional: asociado con frecuencia a un tonel en el que se dice que habitaba, no dejó una sola línea escrita -que al menos haya llegado hasta nosotros- si bien parece haber cierto consenso en torno a sus ideas: la consideración de la propiedad como un impedimento para la vida, la idea de que la virtud consiste fundamentalmente en la supresión de las necesidades -originadas con frecuencia por nuestra propia actividad social- o la consideración del coito como una necesidad física, aunque desposeída de cualquier misticismo o tabuización. Cosmopolita y austero -famosa es la anécdota según la cual lo único que pidió a Alejandro Magno en cierta ocasión en que le visitó fue que se apartara del sol, puesto que su presencia producía sombra-, Diógenes asumía la muerte como un no-mal, pues no tenemos conciencia de ella.

Rectitud y reflexión. Sinceridad, austeridad y espíritu crítico. Independencia y ausencia de gregarismo. Esto es lo que era un cínico en el siglo IV a. C. Pensemos ahora en el significado que recoge la RAE en su correspondiente entrada: "impúdico, procaz"; "que muestra desvergüenza en el mentir"; "falto de aseo". Desde luego, la primera y tercera de estas acepciones parecen encajar bastante bien con la escuela griega antes mencionada. Curiosamente, sin embargo, su sentido más popular es el segundo, esto es, "persona que miente descaradamente". Pensemos ahora en el solapamiento entre esta definición y la de hipocresía: "fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan". En resumidas cuentas, el término "cinismo" ha pasado a convertirse en sinónimo de "mentira", "doblez ", etc. Nada más alejado de una escuela de pensamiento que precisamente propugnaba todo lo contrario: autenticidad, sinceridad, ausencia de encorsetamientos sociales, etc. Es curioso comprobar cómo ha pasado algo parecido con la enfermedad conocida como "síndrome de Diógenes": el afán compulsivo por almacenar objetos inútiles o inservibles. Nada más irónico con lo que referirse a la filosofía de quien no tenía nada en propiedad -se cuenta que incluso renunció a su cuenco cuando vio a unos niños beber con las manos-. Quizás sea solo una intuición muy débilmente sustentada, pero tengo la impresión de que la lexicografía ha sido especialmente injusta, y manipuladora, a lo largo de la historia con aquellos términos que denotaron en un determinado momento actitudes políticamente incorrectas y generalmente malinterpretadas, por defender rigores éticos de muy difícil éxito social. Dejo un par de términos para el improvisado investigador: quijotesco y cristiano.

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