viernes, 17 de octubre de 2008

Nobel de economía para Paul Krugman: un aviso


El premio Nobel de economía pertenece a uno de esos intersticios en los cuales tan solo percibimos el hueco entre dos cosas que nos interesan bastante más. Parece el premio de consolación para los matemáticos que no han logrado desarrollar una carrera investigadora lo suficientemente teórica como para optar a la medalla Fields. Poco sabemos de los economistas laureados con la distinción sueca, al margen del John Nash retratado caricaturescamente en Una mente maravillosa. Lo cierto es que se trata de un Nobel sui generis: tan solo tiene 40 años de antigüedad (a diferencia de la tradición centenaria de los restantes) y fue instituido por el banco de Suecia para conmemorar el tricentenario de su fundación. En cualquier caso, resulta curioso comprobar la naturaleza cuando menos profética de algunas de sus concesiones, en lo que al inmediato desarrollo de la economía mundial se refiere.
En fechas como estas, donde la crisis mundial saca de nuevo a relucir algunos de los problemas del libre mercado neoliberal, el nombre de Milton Friedman aparece por primera vez en publicaciones no especializadas. Friedman, alma mater de la llamada "escuela de Chicago", fue uno de los más acérrimos enemigos del intervencionismo económico, defendiendo a capa y espada la independencia del mercado para autorregularse en períodos de crisis. Friedman ganó el Nobel de economía en 1976, justo entre las crisis del petróleo de 1973 y 1979, en un período de inestabilidad económica que terminaría desembocando en el reaganomics norteamericano y en el thatcherismo inglés, a comienzos de los 80 y finales de los 70, respectivamente, gobiernos ambos en clara sintonía con las propuestas friedmanianas. Tras años difíciles (paro, inflación), el cowboy de Illinois y la "dama de hierro" lograron sacar a flote sendas economías, bonanza esta que les reportó pingües beneficios electorales durante una década...
Volvamos a Krugman. Habitualmente se le define como neokeynesiano, en alusión al economista John Maynard Keynes, responsable del reflote bursátil de los EE. UU. tras el crack del 29, optando por una política intervencionista que persuadió al entonces presidente Roosevelt, quien a través del New Deal sacó a los norteamericanos del marasmo económico...
Intervencionismo versus libre mercado. El eterno dilema. El premio Nobel a Frideman dio el pistoletazo de salida al triunfo (aparente) global de una apuesta económica cuasi-libertariana que logró el éxito político, entre otros, de Reagan y Thatcher (Naomi Klein, en La doctrina del desastre, añade a estos nombres bastante más indignos, como Pinochet, pero esto ya es harina de otro costal). La crisis actual es muy distinta, bastante más cercana a la del 29 (originada en gran medida por la especulación bursátil), si bien hemos de reconocer el gran peso del problema de los hidrocarburos, tal y como sucedió en los 70. Si la Academia sueca disfruta de un olfato económico tan notable como hace treinta años (y los primeros anuncios de los principales gobernantes mundiales, políticos y económicos, así lo auguran) es más que probable que los laureles que ahora coronan las sines de Krugman rubriquen una apuesta por el intervencionismo público, en sintonía con el New deal, que quizás logre sacarnos del agujero donde hemos metido el pie. En cualquier caso, el baño de humildad está garantizado: los banqueros no son Dios.