jueves, 6 de noviembre de 2008

Garcia Alix y Spinoza: la felicidad del continuo


Lo malo de la filosofía es que su naturaleza esotérica parece sobrepasar en ocasiones el mero revestimiento; esto es, su contenido para iniciados y su estilística críptica la abocan a una autodestrucción a todas luces verosímil, a juzgar simplemente por el número de matriculados en las correspondientes facultades que jalonan el universo humanístico. La pregunta seduce una y otra vez al ciudadano de a pie: ¿la filosofía para qué sirve? Pues, en ocasiones, para la redención...

Al margen de otros constructos, Spinoza pergeñó una ética amparada en el utilitarismo: la felicidad es la causa eficiente de nuestra actividad, lo que viene a decir que la tristeza es la justificación de nuestra hipotética abulia. Pero aún va más allá: el secreto de la alegría radica en la fidelidad a lo imperecedero, categoría en la cual podríamos meter la religión, el arte, etc.

Desconozco si García Alix ha leído a Spinoza, pero parece haber observado fielmente sus preceptos. Para quien no le conozca, Alberto García Alix representa la estampa del fotógrafo canalla, motero, taladrado por una pléyade de tatuajes y, mal que le pese, testigo fiel de la tan llamada "movida madrileña". Estos días expone en el Reina Sofía. Quienes ya le conocíamos no sabemos si nos subyugan más los protagonistas de sus retratos o las pinceladas de su existencia. Heroinómano desde los veinte años, García Alix parece haber superado con cierto éxito una hepatitis C letal con la ayuda de dos cosas: la distancia reparadora que supone una prolongada estancia en París (lejos de Las Barranquillas, barriada de placer y desamparo a un tiempo, tristemente conocida como "el mayor supermercado de droga de Europa") y su pasión por la fotografía. De su biografía arrolladora e inabarcable, me quedo tan solo con una anécdota: antes de morir a causa del caballo, su hermano sentenció con clarividencia cristalina: "tú tienes las fotos, pero a mí, aparte de un trabajo por cuatro duros de mierda, ¿qué me queda salvo el chute?"

Desde luego, Spinoza nunca llegó a conocer a García Alix, pero la transparencia con la que nos transmitió uno de los tan escasos secretos de la felicidad parece permitirle sobrellevar con brío el paso de un tiempo que no ha logrado arrebatarle su más preciado bien: el de la vigencia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La tristeza como justificación de nuestra abulia, interesante concepto...

No veas lo que me ha costado meter un triste link en el otro blog!!

Anónimo dijo...

El otro día salía García Alix en el telediario de la 2. La verdad que sus fotos eran muy interesantes,algunas eran incluso demasiado inquietantes e impactantes para una persona de estómago delicado. Me impactó sobre todo una en la que se veía a alguien pinchándose. La realidad en el estado más puro.
Siempre nos quedará la poesía, sea del tipo que sea. El arte como única forma de redención.