sábado, 10 de octubre de 2009

La izquierda y la propiedad intelectual


Recientemente ha aparecido en los medios la noticia de que el gobierno español tiene previsto revisar (esto es, redefinir, limitar o prohibir) el uso de los llamados programas p2p en internet. Creo que puede ser útil redefinir las implicaciones que esto comporta, así como los elementos contextuales que, de una u otra forma, están implicados en el proceso.
Los programas peer to peer posibilitan, en última instancia, que usuarios con mayor o menor grado de anonimia compartan archivos multimedia, esto es, de imágenes, texto, sonido o vídeo. Como es evidente, ello ha desencadenado la descarga masiva de archivos musicales y fílmicos por parte del usuario medio, evitando así el significativo gasto que la adquisición de discos o películas comporta. Desde los medios ha habido un progresivo proceso de demonización de esta práctica, auspiciado tanto por instituciones legitimadoras de la propiedad intelectual (SGAE) como por lobbies de artistas e intelectuales adscritos de forma más o menos explícita a la militancia socialista.
El tema de la propiedad intelectual es planteado, desde el prisma privativo, como la defensa del legítimo derecho de todo artista a vivir de su creación, lo cual es atacado por las plataformas abolicionistas, defendiendo la libertad del individuo para acceder a materiales culturales de forma gratuita. Ahora bien, ante esta polémica cabe plantearse varias cuestiones de diverso calado, con enormes implicaciones:
1) los medios de comunicación están ofreciendo de forma sesgada y parcial testimonios acerca de esta controversia. Así, mientras que es no poco frecuente encontrarse a apologetas de la propiedad intelectual blandiendo amenazas a lo largo y ancho de los mass media (¿quién no conoce a Teddy Bautista, Víctor Manuel o Luis Cobos?), los detractores e ideólogos de la libre descarga de archivos (David Bravo Bueno, Richard Stallman, Lawrence Lessig, etc.) solo son conocidos, de forma furtiva, a través de foros, conferencias y libros on line disponibles en internet.
2) la actitud del gobierno socialista español parece a todas luces paradójica (un gobierno de izquierdas limitando el concepto de propiedad privada hasta límites casi patológicos), si no fuese por el fuerte respaldo que reciben de determinados rostros visibles en sus campañas electorales (Miguel Bosé, etc.), los cuales abanderan la abolición de la libre circulación de material multimedia.
3) los gobiernos han planteado de forma simplista y segmentaria la noción de conocimiento. Así, mientras que se defiende la gratuidad de la educación (escuelas e institutos) y la información (bibliotecas públicas, hemerotecas, etc.), se privatiza el concepto de cultura. Esta forma más o menos sutil de capitalismo cognitivo afirmaría, por tanto, que la ciudadanía social del individuo medio depende de si se sabe o no los afluentes del río Ebro por la derecha, pero en ningún caso de si conoce el hard bop o la Nouvelle Vague.
4) el argumento privativo de que la libre circulación de cultura acabará con la industria musical y la cinematográfica no está suficientemente contrastado. En efecto, mientras que los grandes triunfadores de las radiofórmulas claman al cielo por los discos pirata, los grupos emergentes, independientes y semidesconocidos defienden el derecho del usuario a descargarse con total libertad su música, en la medida en que esto les dará a conocer. Así, mientras que estos últimos sobreviven básicamente gracias a sus conciertos (multiplicados de forma exponencial, por cierto, en los últimos años, como testimonian las estadísticas acerca del notable incremento de festivales de música a lo largo y ancho del planeta), aquellos se aferran a la ignorancia de quienes solo conocen la media docena de grupos e intérpretes divulgados a través de las cadenas musicales más populares. El miedo no es, por tanto, a que se pierda dinero, sino a que los otros lo ganen.
5) desde la izquierda apenas ha habido propuestas para replantear esta problemática, por radicales que estas fuesen (nacionalizar los derechos de autor, etc.).
6) no se está tratando en relación de equidad a todas las manifestaciones culturales. Quienes conozcan Londres sabrán de la gratuidad de sus museos, por lo cual no entiendo por qué van Gogh no ha de sentirse robado si contemplo Los girasoles sin pagar un penique y sí "Papito" si me da (Dios no lo quiera) por descargarme alguno de sus discos (por cierto, que en los museos británicos también hay obras de autores vivos, no se crean...).
7) se está ridiculizando la noción de filantropía cultural, cuando todo el movimiento del software libre lleva impulsando desde hace décadas la libre (y generalmente gratuita) descarga de diversos sistemas operativos. Los programadores adscritos a esta tendencia defienden que la divulgación de sus combinaciones binarias son su mayor recompensa.
8) dentro del silenciamiento generalizado con el que los medios tratan al movimiento abolicionista, se ha optado por no informar al ciudadano de a pie de la existencia de licencias alternativas al encorsetado copyright: copyleft, creative commons, etc., usadas por músicos, escritores, etc.
No desearía que estas líneas se volviesen excesivamente panfletarias, por lo que iré concluyendo, advirtiendo, eso sí, al lector de los peligros de informarse solo a través de los mass media adscritos al statu quo. Como señalaba el director de Le monde diplomatique, Ignacio Ramonet, adquirir conocimientos es difícil y engorroso, pero es el precio que hay que pagar para alcanzar la libertad.

3 comentarios:

José Ignacio Mortilotti dijo...

Tu post es una perfecta transcripción de lo que pienso respecto a la libre difusión del conocimiento y la no adaptación al medio de los políticos y legisladores, o cómo se dice coloquialmente furar por una pared.
Y si me permites creo que esto hay que compartirlo en el facebook (sí, J, estoy enganchado) si te parece bien claro.
Ya me contarás también que tal por el occidente ;D.
Un saludo

J. A. dijo...

Por supuesto. Difúndelo a través de los canales que estimes oportuno (lo contraio resultaría hipócrita). En cualquier caso, aparece ya también publicado en la versión digital de La Nueva España (no lo pusieron en la impresa, los muy cobardes...), si busca en guguel a partir del título. Por A Veiga bien, falando muito y aprendiendo pouco... Cuídate

José Ignacio Mortilotti dijo...

No sabía lo de lne, allá que voy con los buscadores :D