martes, 13 de enero de 2009

Kurtz: retazos de un "outsider"


Apocalypse Now es una película que muy difícilmente logra dejar indiferente a quien la ve. El film, como toda obra maestra, admite diversos niveles de lectura, desde el puramente narrativo hasta el mitológico o el filosófico. Apocalypse Now puede ser contemplada como una película sobre la guerra de Vietnam, pero muy difícilmente este planteamiento reduccionista invitaría al cinéfilo a enfrentarse por segunda, o tercera vez, al largometraje de nuevo. Es importante comenzar apuntando el sustrato intertextual que nutre la película: Coppola lleva a cabo una excelente relectura (que no adaptación) de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, trasladando los delirios de un tratante de esclavos en el África decimonónica a la selva camboyana, en plena espiral bélica en el sureste asiático, y poniendo a un coronel del ejército estadounidense aparentemente alienado como auténtico protagonista de la narración (cuesta creer que alguien vea en Martin Sheen el foco del relato). Tanto en uno como en otro, el viaje del incauto a la búsqueda de Kurtz le lleva a un auténtico encuentro consigo mismo, mediante un proceso de autorreconocimiento ambiguo, delirante, fantasmagórico.

Como narración, Apocalypse Now adolece de un tempo lento, solo comprensible a la luz de la atmósfera onírica, fantasmal, que sobrevuela el río por el que ascienden los militares, a la búsqueda de Kurtz. No es posible ver la película (y menos aún la versión redux, con la interesante inserción del encuentro con unos colonos franceses que explicita toda la crítica política de la película: al margen de la elongación del metraje, es obvio que la supresión de la escena fue fruto en gran medida de lo reciente de las heridas: Apocalypse Now es de 1979, estrenada solo a cuatro años de la conclusión del conflicto norteamérico-vietnamita; en realidad, se trata de la primera gran película acerca de la guerra) confiando en disfrutar solo de tiros, explosiones y sobresaltos. A pesar del planteamiento crítico del film, se trata, en mi opinión, de una película marcadamente psicológica: Kurtz aparece retratado a través de la voz en off del capitán Willard, a medida que va desglosando el dosier que sobre su víctima le han confiado, primero como un brillante militar, después como un excéntrico soldado, y finalmente como un alucinado, un místico, un visionario... Solo cuando Willard ha descubierto la verdadera naturaleza de Kurtz la barca llega a su destino. Pero la complejidad de Kurtz no es reducible a unas cuantas fotocopias; el encuentro entre ambos le revela a su asesino que el coronel (convertido en una deidad por sus fieles) se mueve dentro de unos parámetros de comportamiento ante los cuales no son admisibles las convencionales escalas morales. Kurtz es un desengañado de la política militar estadounidense, demagógica pero poco efectiva, y frente a ello ha optado por construir un reino (pensemos aquí en las similitudes con otras películas como Aguirre, la cólera de Dios o El Dorado, donde el exotismo, la ambición y el poder militar se alían para cuestionar normas preestablecidas) alejado de la lógica difusa, como bien explica Dennis Hopper: para Kurtz todo es o blanco o negro, acción o abulia, instinto e intuición. Pero no por ello hemos de concluir que el perfil de Kurtz es fruto tan solo de su capacidad de manipulación de los nativos. Resulta interesante contemplar con detenimiento la bilioteca que, rápidamente, nos revela un travelling con cámara subjetiva, puesta en los ojos de Martin Sheen: al margen de la Biblia (y de algo que, personalmente, parece un tomo de obras de Goethe), encontramos dos manuales de antropología: From ritual to romance, de Jessie L. Weston (tremendamente difícil de encontrar en castellano; yo aún no le he hecho) y La rama dorada de George Frazer. Frazer, el primer catedrático de antropología (más bien deberíamos decir etnólogo, condición a la que suelen responder los llamados "antropólogos de salón", alejados del trabajo de campo) llevó a cabo una ingente labor de recopilación etnográfica con el objetivo de explicar un antiguo rito existente en el templo de Nemi, custodiado por un sacerdote, hasta que un nuevo candidato al puesto llegaba allí al objeto de desafiar al responsable; la lucha, a muerte, decantaba la victoria del lado del nuevo (o "reelegido") sacerdote. El paralelismo con la relación entre Willard y Kurtz es evidente: solo el final, necesariamente tranquilizador, invita a pensar que Willard rechaza el puesto, al escapar de allí tras acabar con su víctima...

Kurtz, en resumen, ofrece la estampa aparente del asesino, del sádico iluminado, pero un nivel más profundo de lectura vuelve el film más intranquilizador: Kurtz es la encarnación de la autoaceptación, de la verdad revelada, aunque en su caso entrañe sangre y vísceras. Solo si asumimos esto podemos contemplar el largometraje, o leer la novela, sabiendo que Kurtz es víctima, al fin y al cabo, de lo que le ha tocado vivir: el horror.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta el olor a NAPALM por la mañana; huele a ... victoria

José Ignacio Mortilotti dijo...

Tengo un problema con esta película -en realidad, varios (no por la película)-, siempre pienso que la vi hasta que me doy cuenta de que no, que la que vi es Platoon (agárrate que hay curva) y no Apocalypse Now, vamos que sólo tengo en la memoria los planos mas conocidos (croquis-teaser-para-mi-cerebro). Triste destino el del esmemoriau.
Despues de este paso por la turmix tractaria tengo ganas ya de bajarla, digo, de verla en el cajastur.

J. A. dijo...

¡Hombre, hombre! Mira que confundirme a Willem Dafoe con Marlon Brando, y a Oliver Stone con Coppola (eso sí, tu confusión brinda dos coincidencias: la presencia de la familia Sheen en ambas, y el gusto de ambos directores por la música de The Doors; te confesaré que, fruto de esta cuestión, durante un tiempo pensé que Apocalypse Now era de Stone).
Pues nada, recomendada está. Si la quieres, tengo en DVD la versión redux. Por cierto, que te he dejado a la izquierda un enlace para firmar en contra del canon digital (aunque eso sí, el manifiesto es bastante más light que mi postura, pero bueno...)

José Ignacio Mortilotti dijo...

Sabes lo malo de ésta generación, que vimos cine "del bueno" cuando éramos guajinos, o por lo menos en mi caso, y nos suena todo de haberlo visto pero claro, con otra mirada. Igual hasta la vi, pero ya te digo que tengo lagunas.
Ok, tenemos que quedar un día -aparte le debo unos neuros (lerios, eiros, lerus...) a tu hermano de la San Silvestre fallida- y tomar un moloko plus enriquecido con café.
Ya eché un garabatu en el todos contra el canon, sin duda el manifiesto es bastante light, yo creo que el p2p es cultura, aparte, la adaptación al medio es un recurso evolutivo y por ende natural que los amigos de la SGAE y otras sociedades lucrativas de mismo sustrato no quieren aceptar.
Lo mismo da que lo llamen SGAE, que sintoismo, que fundación FAES...