jueves, 12 de febrero de 2009

Bobby Fischer: la demencia del maestro


Hablar de Fischer es hablar del ajedrez con mayúsculas. Precoz aprendiz (como todos los maestros consumados) del juego indio, con 14 años ya era campeón de Estados Unidos, si bien su ascenso al máximo escalafón de la competición internacional tardaría aún quince años en llegar. Así, en 1972, y tras 19 victorias consecutivas, Fischer llegó a la final del mundial, en un mítico enfrentamiento que tuvo lugar en Reykjavik, Islandia, frente al ruso Boris Spassky, una pugna con evidentes tintes políticos. Tras perder las dos primeras partidas por no presentarse, ganó en la tercera. La cuarta fueron tablas y, y desde la quinta se impuso rotundamente el Gran Maestro estadounidense. Después de un tenso desarrollo, Fischer venció a su rival tras 21 partidas (Spassky abandonó la partida decisiva mientras su contrincante dormía en el hotel), convirtiéndose hasta ahora en el único estadounidense en lograr el título. Desafortunadamente, en la práctica, este momento culminante también marcó el fin de su carrera. Desde entonces, no volvió a jugar ninguna partida oficial durante su reinado y, cuando en 1975 tuvo que defender el título frente al aspirante Anatoly Karpov, planteó exigencias inaceptables para la FIDE, la cual lo despojó del título por incomparecencia y proclamó campeón a A. Karpov.

En septiembre de 1992, aceptó participar en un encuentro de exhibición conmemorando los 20 años de su enfrentamiento con Spassky (ya nacionalizado francés), que había de tener lugar en Montenegro, perteneciente entonces a Yugoslavia. Volvió a vencer a su antiguo rival y se embolsó el premio de 3 millones de dólares que había ofrecido un magnate yugoslavo. Pero este encuentro tendría repercusiones políticas. En 1992, Belgrado estaba bajo el bloqueo del gobierno de los Estados Unidos, y la acción de Fischer fue considerada en su propio país como un acto de traición y fue puesto en la lista de fugitivos del FBI y de la CIA. Entonces, Fischer desapareció de nuevo.

El 19 de junio de 1996, en Buenos Aires, anunció su variante del ajedrez: el Ajedrez aleatorio de Fischer. Una modalidad que pretende dar a la creatividad y talento del jugador, la importancia que merecen.
El 13 de julio de 2004, Fischer reapareció en público cuando, mientras pretendía ir a Filipinas desde Japón, fue detenido en el aeropuerto internacional de Narita por usar un pasaporte que el gobierno de los Estados Unidos había cancelado. Las autoridades japonesas le recluyeron en espera de resolver el problema suscitado por la petición de extradición de Estados Unidos. El 15 de diciembre de ese mismo año, el gobierno islandés aceptó darle asilo político a Fischer en ese país, para así escapar a la extradición a Estados Unidos, y ordenó su traslado inmediato a Reykjavík, donde podría recibir una nueva ciudadanía. A pesar de las presiones del gobierno estadounidense, el 9 de marzo de 2005, aún encarcelado, recibió un pasaporte islandés como regalo por su 62.º cumpleaños. El 21 de marzo, el parlamento islandés aprobó conceder la ciudadanía islandesa a Bobby Fischer, con 40 votos a favor y dos abstenciones, y tres días después, tras 8 meses detenido, fue puesto en libertad y deportado a Islandia, calificando a George W. Bush de criminal y al primer ministro japonés Jun'ichirō Koizumi como títere de Bush.
A su llegada a Reykjavík fue aclamado como un héroe por una multitud de seguidores. Desde entonces intentó vivir tranquilo en Islandia, donde fue considerado todo un ídolo. Incluso se dice que en una ocasión, llegó a llamar a una televisión islandesa para dar el resultado de una jugada de ajedrez, con el único fin de hacer saber al resto del mundo que seguía vivo y con sus capacidades mentales intactas.

En noviembre de 2007 le fue diagnosticada demencia senil permaneciendo desde entonces ingresado en el Hospital de Islandia; pese a que su vida no corría peligro, los ataques paranoicos se sucedían y hubo de ser objeto de seguimiento regular.
Bobby Fischer falleció el 17 de enero de 2008 en un hospital de Reykjavík a la edad de 64 años, (la misma cantidad de cuadros que tiene un tablero de ajedrez), tras una larga enfermedad no especificada.Sólo su amiga japonesa Miyoko Watai y otras cuatro personas asistieron al sepelio.

Es difícil encasillar a Fischer de acuerdo con un retrato nítido. Quizás el de genio excéntrico sea el que mejor le define. En cualquier caso, los ajedrecistas suelen hacer gala de un soberbio egocentrismo que muy difícilmente encaja con su renuncia a disputar el título mundial con Karpov. Quizás recuerda en cierto modo al García Márquez que, tras obtener el Nobel de Literatura, afirmó no volver a recoger ningún otro galardón, obviamente de inferior prestigio. Fischer, logrado el título mundial, ya solo se tenía a sí mismo como rival, y su reaparición frente a Spassky, en el veinte aniversario de su antiguo triunfo, quizás solo ofreciese, al margen de los pingües beneficios que de ello obtuvo, el anhelo nostálgico de aquel Fischer que aún tenía tenía escalones que subir.

La genialidad termina enfrentando al individuo tan solo consigo mismo. Los conceptos de pugna, ascenso o rivalidad no caben cuando los paradigmas de la creatividad deambulan por otros derroteros. Abrir caminos nuevos en una disciplina (matemáticas, ajedrez, etc.) supone la contemplación vertiginosa de lo desconocido, y ahí tan solo nos tenemos a nosotros mismos como compañeros de viaje. Con frecuencia llamamos excentricidad a pautas de conducta que no responden a categorizaciones convencionales, pero la singularidad de algunos hombres les hace ver el mundo con el desengaño del conquistador. Las concepciones visionarias del superdotado le otorgan las mieles del triunfo, pero también la condena de quienes solo logran ver, ante ellos, un tablaro de 64 escaques...